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“Endulzamientos”, “amarres” y “limpias”: los motivos por los que mexicanos recurren a brujas y curanderos

Lo que se sabe sobre las brujas tiene su origen en la Edad Media en Europa. A lo largo del tiempo, se han contado historias de todo tipo; en México, por ejemplo, existen relatos aterradores sobre las mometzcopinqui, figuras del folclore nacional que, según la tradición, eran capaces de arrancarse las piernas para reemplazarlas con alas de guajolote y así volar por la noche en busca de la sangre de bebés recién nacidos.

Sin embargo, más allá del arquetipo de la “bruja”, hay mujeres que han hecho de la brujería su oficio y aseguran ser capaces de invocar fuerzas invisibles para sanar o aliviar las carencias de quienes solicitan su ayuda.

Edith lleva alrededor de una década dedicándose a la brujería, así como ella, decenas de personas ofrecen “soluciones esotéricas” en el Mercado de Sonora, un lugar ubicado al sureste del Centro Histórico de la Ciudad de México, donde es posible encontrar desde productos a base de hierbas hasta servicios vinculados con la magia y lo oculto.

En su local, las veladoras, hierbas secas, amuletos, figuras de santos y otras dedicadas a la Santa Muerte se apilan unas sobre otras, mientras el aroma del incienso impregna el aire y envuelve a quien se acerca. Además de ser comerciante, Edith cuenta con un “catálogo de brujería” en el que los visitantes pueden elegir desde una “limpia energética” hasta un “endulzamiento”, una técnica que promete volver a una persona más cercana, cariñosa y dócil.

La bruja conoce bien a su clientela, según explica, las personas mayores acuden regularmente por dolencias, mientras que los jóvenes buscan su ayuda por asuntos de amor.

“Nos buscan más por endulzamientos y amarres, situaciones amorosas, pero yo les digo que es temporal. Realmente el amor no lo puedes conquistar mediante magia”.

Bruja Edith

Minutos después la hipótesis de Edith queda comprobada, una joven de apenas 18 años acude a su ayuda. Necesita un “amarre”, un tipo de ritual mágico que pretende influir en los sentimientos de otra persona para atraerla o retenerla dentro de una relación amorosa.

El costo del servicio asciende a 3 mil 500 pesos, y el proceso dura aproximadamente 60 minutos. El ritual incluye un “endulzamiento”, una limpia y un trabajo con veladoras.

Cerca de Edith, está el Brujo Mendiburú, cuarta generación de brujos, procedente de Veracruz, y quien asegura que su oficio es “una sanación, como una ayuda espiritual, una ayuda en general”.

Con apenas 33 años, Mendiburú coincide con Edith, aquí, la gente acude en busca de “hechizos” para el dinero, la salud y el amor.

  • “Endulzamientos”, que hacen más dócil y cariñosa a la persona.
  • “Limpias”, para deshacerse de las “malas energías” o de “la mala suerte”
  • “Amarres”, para retener al ser querido.

Mendiburú refuerza que actualmente los jóvenes prefieren rituales de amor. “Hoy en día las relaciones son más dispersas, con tantito contraste y ya se separan”.

“Todo esto es tema energético, de cargas y nosotros depuramos esa parte, abrimos camino. Vienen a buscarnos por un amarre o algún tema con la pareja”

Brujo Mendiburú

Mexicanos acuden también a brujos por problemas de salud

Los clientes que acuden al negocio de Edith y del Brujo Mendiburú lo hacen movidos por la necesidad, en busca de una solución a problemas que no han podido resolver por otros medios.

Según explica Edith, cuando la ciencia y la medicina fallan, muchas personas llegan a su puerta en busca de otra alternativa, una que, aseguran, les devuelva la esperanza.

“Muchas personas vienen con dolores de pies, de espalda o cabeza, vienen y me lo dicen, ‘es que yo ya fui al médico, mi última opción es esta’, y es ahí cuando encontramos el daño”.

Bruja Edith

Irma lo sabe bien. Hace unos años sufrió una caída que le lastimó el hombro y le dejó con un dolor persistente que se extendía hasta el brazo. Acudió a realizarse estudios médicos y visitó a varios especialistas, pero, según confesó, aunque la molestia llegaba a disminuir, siempre regresaba.

Ante la desesperación por no encontrar alivio, decidió recurrir a la medicina alternativa. Siguiendo la recomendación de algunos vecinos, acudió con una bruja que le aseguraron podía curarla mediante hechizos y hierbas. La curandera, decían, tenía el don de aliviar males donde la medicina tradicional no había logrado resultados.

Para la antropóloga Patricia Celis Banegas, este efecto paliativo tiene su explicación en un concepto del filósofo Claude Lévi-Strauss, el cual define como “eficacia simbólica“, donde explica cómo los símbolos pueden tener un efecto real y terapéutico en las personas al ser interpretados dentro de un sistema cultural de creencias.

“Algunas prácticas pueden tener eficacia, indirectamente de que sanen a la persona o lo modifiquen, si tienen una eficacia en su parte cognitiva”.

Dra. Patricia Celis Banegas, antropóloga, UNAM

La especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que la búsqueda de brujas o curanderos no solo responde a creencias tradicionales o místicas, sino también a un factor económico, ya que muchas personas no pueden costear los tratamientos médicos en el sistema formal de salud.

De acuerdo con un análisis de México Evalúa (2024), el gasto trimestral promedio por hogar en salud aumentó de mil 135 a mil 605 pesos entre 2018 y 2024, un incremento del 41.4%. Además, en ese mismo año, 44.5 millones de personas carecían de acceso a servicios de salud pública, lo que equivale al 34.2% de la población. Este contexto explica por qué negocios como los de Edith y el Brujo Mendiburú mantienen una alta demanda.

“La salud en Latinoamérica no cubre a todas las personas, entonces mucha gente acude a otras formas de sanación. No solo se confía en lo que se conoce, sino en lo que se tiene a la mano”.

Dra. Patricia Celis Banegas, antropóloga, UNAM

La brujería en pleno el siglo XXI: una herramienta y una amenaza

El Brujo Mendiburú recorre los pasillos del Mercado de Sonora entre bromas y saludos a sus clientes habituales. Además de atenderlos cara a cara, mantiene contacto con ellos a través de WhatsApp y redes sociales, donde también promociona sus servicios. Se define como un brujo “tecnológico”, abierto a las nuevas plataformas, aunque sin abandonar la tradición del trato directo.

“Actualmente estamos metiéndonos un poquito más en redes sociales, pero con publicidad nada más. Sí, es posible que se haga a distancia, pero obviamente con nosotros, aquí, tienen un lugar donde confiar”.

Brujo Mendiburú

En contraste, Edith mantiene una postura más tradicional y reconoce que la exposición en redes sociales ha tenido un impacto negativo en su negocio, al propiciar malas interpretaciones sobre las prácticas esotéricas y la labor de los curanderos.

“Últimamente es como que muy de moda subir trabajos que hacen supuestos brujos. Muchos dicen ser los mejores y la gente viene creída en que lo que ve en TikTok. Y luego, se dan cuenta que es charlatanería”, dice Edith.

Banegas coincide con Edith al señalar que, en los últimos años, han proliferado anuncios en redes sociales de personas que se presentan como brujos o curanderos y aseguran poder solucionar cualquier problema, desde el amor hasta la salud. De acuerdo con la experta, este tipo de prácticas aprovecha la vulnerabilidad de quienes atraviesan momentos difíciles.

“Estaba mirando hoy en la mañana una publicación de un especialista mexicano en quiromancia que cobra 900 pesos la visita, y según él te resuelve la vida, te dice, no solo lo que te pasó, sino lo que te va a pasar y lo que puedes evitar.  Imagínate una persona desesperada, abandonada, sin trabajo, es gente que está dispuesta a eso”.

Dra. Patricia Celis Banegas, antropóloga, UNAM

Brujos actuales con prácticas ancestrales

Edith y el Brujo Mendiburú representan la brujería tradicional, aquella que se mantiene viva a través de rituales ancestrales transmitidos de generación en generación. Su trabajo tiene como escenario el Mercado de Sonora, un espacio con más de 68 años de historia.

El mercado fue construido en uno de los cuatro barrios más antiguos de la Ciudad de México, sobre un asentamiento xochimilca, junto al antiguo Canal de la Viga, entubado en 1950. Desde entonces, conserva un vínculo con la tradición gracias a la presencia de curanderos y brujos dedicados a la venta de hierbas medicinales, velas, amuletos y hechizos.

Para entender la brujería en México, es necesario mirar hacia las culturas prehispánicas. La Gaceta de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), en su artículo “El misterio de las brujas”, explica que la magia era considerada una fuerza divina otorgada por los cuatro dioses hermanos creadores del universo: Tlatlauhqui Tezcatlipoca, Yayauhqui Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. Este don fue un regalo de los dioses a la humanidad, y con él surgió la primera bruja, encargada de custodiar los granos de maíz y practicar las artes adivinatorias.

El artículo detalla que no cualquiera podía convertirse en brujo o hechicero. Solo quienes nacían bajo días específicos del calendario mexica, como Ce quiahuitl (Uno lluvia) o Ce ehécatl (Uno viento), estaban destinados a ejercer la magia.

Por su parte, el historiador Alfredo López Austin clasificó a los magos del mundo náhuatl en cinco grupos: los tlatlacatecolo, o “hombres búho”, que usaban la magia para dañar; los nahualli, capaces de transformarse en otros seres; los dominadores de meteoros, que controlaban las fuerzas naturales; los tlaciuhque, dedicados a la adivinación; y los titici o tepatiani, considerados curanderos y médicos.

A ellos se suman las mometzcopinqui, conocidas como “las que se arrancan las piernas”, figuras del folclore mexicano que aún hoy inspiran tanto misterio como temor.

Aunque quienes practican brujería en la actualidad no tienen las caracteristicas descritas por los nahuas, los rituales, hechizos y curaciones han sido compartidos de boca en boca, logrando que una parte de la cultura prehispanica llegue a la actualidad.

Brujos como Mendiburú y Edith continuarán recibiendo a quienes buscan respuestas en el Mercado de Sonora, mientras las inquietudes de la sociedad sigan encontrando eco en sus rituales ancestrales para aliviar dolencias, curar el “mal de amores o realizar “amarres”. Tal vez la tradición de la brujería se diluya con el tiempo, pero la historia ha demostrado que hay prácticas que no desaparecen: solo se transforman con los años.

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