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Enchiladas potosinas: el platillo que nació por error y se convirtió en un ícono de San Luis Potosí

Rojas, picositas y llenas de sabor, las enchiladas potosinas no solo son un antojito irresistible: son parte del orgullo culinario de San Luis Potosí. Aunque su apariencia podría recordar a una quesadilla, su historia, preparación y sabor las convierten en una joya única dentro de la gastronomía mexicana.

El origen de las enchiladas potosinas: cuando un error se convierte en tradición

De acuerdo con el cronista Amado Juan Sánchez Cabrera, a principios del siglo XX, en la localidad de Soledad de Graciano Sánchez, una mujer llamada Cristina Jalomo llevó su masa de maíz al molino, sin saber que ahí acababan de procesar chiles secos para mole. El resultado fue una masa teñida de rojo con un aroma intenso.

El cronista documenta que en vez de desecharla, doña Cristina decidió aprovecharla para preparar tortillas rellenas de queso y cebolla. Las dobló en forma de media luna, las cocinó ligeramente en comal y comenzó a venderlas entre sus vecinos. El éxito fue inmediato. En 1923 ya se ofrecían en la plaza principal, y en 1960 su hija Victoria formalizó el nombre de “enchiladas potosinas”.

¿Qué llevan las enchiladas potosinas?

El secreto de este platillo está en la masa: se mezcla con chile guajillo, cascabel o ancho previamente remojado y molido, lo que le da ese color rojizo tan característico. A diferencia de otras enchiladas, estas se forman antes de cocerse, y su relleno es sencillo pero sabroso: queso fresco desmoronado y cebolla picada.

Una vez armadas, se cocinan ligeramente en comal o se fríen brevemente para lograr una textura doradita por fuera y suave por dentro. Se sirven con lechuga, crema, más queso, salsa y, si se desea, rodajas de aguacate.

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